El cine ecuatoriano todavía es artesanal y marginal

El cine ecuatoriano es artesanal, marginal y tiene muchos problemas para llegar a las audiencias. Una buena parte de los últimos estrenos demuestran que todavía está lejos de llegar a un nivel deseable.



El cineasta ecuatoriano Miguel Alvear realiza un balance de la tercera edición del festival Ecuador Bajo Tierra del cual es mentalizador. También habla de la industria del cine nacional y la lucha contra la piratería.

Este es la tercera edición del Ecuador Bajo Tierra. ¿Cómo ha cambiado la situación del cine B en Ecuador?

Primero, no creo que el término cine B sea apropiado. Ese término surge en Hollywood y se refiere a un cine de menor expectativa o calidad. Digamos que para que exista un cine B debe haber un cine A, y yo no creo que en Ecuador lo haya. Uno podría decir que en todo el país hay un cine B por todas las dinámicas que existen. En esta edición han llegado películas de Esmeraldas, Los Ríos y el Oriente. Antes se centraba en la costa, sobretodo en Chone y Guayaquil, con algunas producciones minoritarias en la Sierra. Creo que esto va a seguir aumentando porque los medios técnicos están cada vez más al alcance de las personas. Otra cosa que está sucediendo es que hay cineastas que van agarrando más cancha. Sus películas ya están en otro nivel.

¿Como cuáles por ejemplo?

Fernando Cedeño, que presentó la película El ángel de los sicarios en la anterior edición. Él ha conformado un equipo de técnicos con los que trabaja y es muy claro el avance técnico en sus últimos trabajos. En cuanto a cortometrajes hay un notable avance en temas de animación. El cortometraje Luna de Sebastián Valbuena, con el que abrimos el festival, es muy bueno. El fasto castillo de Miguel Quiroga también está muy bien hecho. Lo que me gusta de este encuentro es que son cineastas que están trabajando con bajos recursos y que tienen intereses muy diversos. Unos están dedicados al documental, otros al melodrama o la fición.

¿Han cambiado los intereses o temáticas? ¿Qué temas abordan estas películas?

Las temáticas no han variado mucho. Básicamente he captado tres intereses principales. El primero tiene que ver con temas de violencia y sicariato, el segundo trata sobre la migración, la pobreza o la ruptura familiar y hay un interés especial por lo sobrenatural y el más allá. Muchas películas también tienen un contenido evangelista y moralista. Como respuesta a la desintegración social, que casi toda las cintas tratan, se presenta una salida evangelista como para recomponer a la sociedad.

¿Cuántas propuestas llegaron al festival?

Llegaron 50 películas. Lo novedoso de esta edición es que incorporamos películas de Cuba, España y México que nos llegaron porque sus productores querían que sean exhibidas en el festival. Además tenemos una alianza con el Zinema Zombie Fest de Bogotá para realizar un intercambio de programación. Algunas de las películas que estamos exhibiendo en el festival que vienen de Japón, Filipinas y Estados Unidos llegaron gracias a este convenio.

¿Cómo se han realizado las alianzas con otros países que han logrado que se estrene una película mexicana en el festival?

Yo hice una visita al festival de cine zombie en Bogotá, a finales del año pasado. A ellos les interesaba mucho lo que estaba pasando con Ecuador Bajo Tierra. Me invitaron para exhibir mi película Más allá del mall. Allí me encontré con Orlando Jiménez, el director de Arena Azteca-Budokán. Me dijo que tenía una película en curso y así es como llegó hasta acá.

¿Cuál es el proceso de selección de las películas?

Tenemos un solo requerimiento: que las películas cuesten menos de $50 mil. Hay cintas como La refri asesina o Soy un fantasma que se acercan a esa cifra pero hay otras que se realizan con $500 o con $1 000 como es el caso de Odisea de un sueño de Irma Herrera.

¿Cuáles son las novedades de esta tercera edición?

Tenemos tres largometrajes potentes: Bushido man (Takanori Tsujimoto), que es con la que abrimos la muestra; La refri asesina (Rico Maria llarde) una cinta filipina y Soy un fantasma (HP Mendoza) una película de terror que es quizás la mejor lograda de toda la muestra. Una cosa muy especial es la presencia de Jairo Pinilla, que realizó una filmografía muy importante en los ochenta con películas de género que eran muy inusuales para la época. De él tenemos una retrospectiva que incluye tres largometrajes y cuatro cortometrajes.

¿Cómo están los fondos para la realización del festival?

En esta edición nos ha ido mejor. Ganamos un concurso de fomento a la organización de festivales por parte del Consejo Nacional de Cine. El Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual ha trabajado con nosotros en el tema de la piratería y la producción ecuatoriana; ellos son el otro auspiciante.

¿El cine de bajo presupuesto también ha entrado en esa campaña de no piratería del cine nacional que impulsa el IEPI?

Lo que se ha logrado es que el cine ecuatoriano ya no piratee. Pero el precio de $5 es todavía un obstáculo. La gente estaba acostumbrada a pagar $1. Ahorita se está buscando que las películas se vendan en $3 para que tengan más difusión.

Cuando lanzaron la primera edición del Ecuador Bajo Tierra, tras el libro que publicaron sobre el tema, usted comentaba que el cine de bajo presupuesto se daba a conocer justamente por la piratería. ¿Las nuevas leyes han afectado esta dinámica?

Esto de que no se piratee el cine ecuatoriano ha tenido buenas consecuencias para unos y malas para otros. Hay cineastas como Nelson Palacios o Barbara Morán que, si bien no ganaban ningún ingreso con la venta de sus películas tenían una manera de darse a conocer. A través de números de teléfono que colocaban en las películas conseguían fondos para realizar la siguiente. La piratería para ellos era su publicidad y ahora han perdido ese canal. Los que salen perdiendo siempre son los más débiles de la cadena alimentincia.

¿Qué piensa de ese supuesto boom del cine ecuatoriano del que se habla últimamente?

Este proceso de Ecuador Bajo Tierra nos ha enseñado que no hay una gran diferencia entre los cineastas populares o autodidactas de los realizadores más preparados. El cine ecuatoriano es artesanal, marginal y tiene muchos problemas para llegar a las audiencias. Una buena parte de los últimos estrenos demuestran que todavía está lejos de llegar a un nivel deseable. La diferencia entre el cine bajo tierra y el formal cada vez es menos notoria. Pasamos por los mismos problemas y las mismas necesidades. Lo del boom tal vez es una estrategia política para justificar la existencia de algunas instituciones o que estas justifiquen su trabajo. Me parece que es exagerado hablar de un boom.

Si no hay esta diferencia ¿Por qué siempre hay ese tipo de clasificación?

Hasta 2010 Fernando Cedeño no participaba en este tipo de eventos y ahora está aquí. Había muchos prejuicios de parte y parte, mucha desconfianza y prepotencia de un lado hacia otro. Lo que me gusta de este festival es que empezamos a juntar a la gente. Tienes a una cineasta como Libertad Gilles que estudia cine y está estrenando su cortometraje al mismo tiempo estrena el mexicano Orlando Jiménez mientras Irma Herrera que muestra por primera vez su cinta en una sala.

¿Qué le falta al cine ecuatoriano?

Creo que son varias cosas. Lo primero es que las escuelas de cine y los fondos nacionales e internacionales siguen un esquema del cine festivalero. A veces los intereses de las audiencias de festival no son los mismos que el de las audiencias que van a ver películas en el mall. Todos hemos sido educados por el cine de Hollywood. Este pone sus propias reglas y hay un público al que le cuesta ver otras cosas. Dicho esto, creo que hace falta afinar guiones y un acercamiento con el público para saber qué es lo que quiere. Otra cosa es que hay una tendencia a trabajar temas que están de moda, por eso las películas vienen en pares o tríos. Salen cintas que hablan de adolescentes aniñados que consumen drogas y se rebelan contra sus padres. Luego un bloque de cintas sobre adolescentes que están descubriendo su sexualidad. Así le estamos matando al público. En un comentario de Facebook decía hace algunas semanas que tal vez deberíamos declarar en veda el estreno de cintas ecuatorianas para que la especie tenga chance de reproducirse y recuperarse. Si no vamos a entrar en el camino de la extinsión del público. (DVM)



Las cintas se proyectan en el Ocho y Medio

El festival se inauguró el pasado miércoles. Las películas se proyectan a diario en las salas del cine Ocho y Medio. La cinta Bushido Man, del director japonés Takanori Tsujimoto abrió el encuentro. El 18 de mayo, a las 16:00, habrá una segunda función de esta película. También destaca el estreno del documental Arena azteca-Budokán, del director mexicano Orlando Jiménez. Las función es el sábado 17, a las 18:00.

Otra de las novedades es la retrospectiva del cineasta colombiano Jairo Pinilla El cronograma de proyecciones, que también se harán en Manta, Guayaquil, Playas y Cotacachi, está disponible en www.ochoymedio.net.

Fuente : hoy.com.ec

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