Gustavo Alfredo Jácome

Mire, dijo, "no tengo el currículo que me pidió; lo siento". En realidad nunca se interesó en qué puede poner en ese papel, frío y a veces necesario, de modo que ésta resultó ser una entrevista sin guión.



Es enriquecedor y diferente hablar con un creador, autor de Porqué se fueron las garzas (Premio José Mejía 1980), una de las más hermosas novelas de nuestra literatura. En las estanterías de su biblioteca y sobre las mesas se reconocen títulos, ediciones de hace cuarenta años o más. Su estudio huele a papel, a palabra escrita, a interminables lecturas. "En el segundo piso tengo otro estudio con más libros", explicó. Su vida huele a amor a la tierra, a dolor, a luchas y esperanzas. Autor de poesías para niños —un género muy difícil— en algún momento de la conversación habló del "niño que en forma feliz sobrevive en mí".



Cómo comenzamos

Mire, dijo, "no tengo el currículo que me pidió; lo siento". En realidad nunca se interesó en qué puede poner en ese papel, frío y a veces necesario, de modo que ésta resultó ser una entrevista sin guión. Tanto mejor. No ha se preocupado de usar computadora, sigue con su vieja máquina o escribe a mano. Tampoco le interesa contar sobre las distinciones recibidas, los honores. "Están allí, sobre la estantería". Estaba triste, vestido de oscuro. "Hace dos días hemos enterrado a mi cuñado, al doctor Juan Isaac Lovato, un amigo, un gran interlocutor, que me escuchaba por horas... mi mujer tiene la misma calidad humana". Fue cuando las palabras se cortaron y no pudo contener las lágrimas.

Confesó no poder ocultar su edad, puesto que en la casa donde nació, en Otavalo, colocaron una placa: 12 de octubre de 1912. "Me hicieron un grave daño", dijo sonriendo. Está lúcido, con el rostro fresco; en realidad aparenta diez años menos. Tiene cuatro hijos, nueve nietos y ocho bisnietos.

Él fue el único hombre entre diez hermanas, el penúltimo. Contó que su madre había "perdido la cabeza de felicidad" cuando nació, pero que murió cuando era muy pequeño. "No la conocí. Eso ha modelado mi vida en forma muy dolorosa. No poder recordarla ni evocarla, pero siento que sobre mi hombro ella ha dictado mi vida". La desolación, a la que se refirió más de una vez, "ha sensibilizado lo que dentro de mí vive... y eso me ha permitido escribir con ternura".



La trayectoria

Su amor por la lengua se lo debe a la Escuela "10 de Agosto" de Otavalo, y a un profesor, Fernando Chávez, autor de la novela Plata y bronce. "Quise desde pequeño ser como él, maestro y escritor". Recordó que a los once años ya leía libros enteros. "Más le debo a esa escuela que al colegio y a la universidad". Mucho más tarde llegó a su vida Benjamín Carrión, "ese hombre que está allí —dijo señalando su fotografía—, el culpable de Porqué se fueron las garzas. Escribirla fue una gran aventura y "tengo el honor y la alegría de haber sido su último amigo y confidente".

Para la época colegial, Gustavo Alfredo Jácome se había trasladado a Quito para estudiar en el Normal Juan Montalvo que, en esa época, "era el mejor colegio". Se graduó primero de profesor de Segunda Educación. Luego se doctoró en Ciencias de la Educación. Fue profesor en una escuela rural en Conocoto, profesor y vicerrector del Colegio "Montúfar", profesor de Castellano y Literatura en la Universidad Central. Nunca llegó, y lo dijo con humor, a ser Rector, "pero me llamaban el viceterror". Siempre ha sido muy cumplido y estricto consigo mismo y con los demás. A comienzos de los sesenta, como experto de la UNESCO, escribió para el Ministerio de Educación la "Cartilla de Alfabetización", inspirada en la similar cubana que permitió que "en un año no quede un solo analfabeto en Cuba".

Asistió en 1952, en Viena, al Congreso de Protección a la Infancia, donde conoció a Gabriela Mistral y fue el encargado del discurso de clausura. En España "recorrí los caminos del Platero de Juan Ramón Jiménez".

Gustavo Alfredo Jácome es Académico de la Lengua Española, "el máximo honor que he recibido en mi vida". Cuando estuvo en España recuerda haber ingresado "con respeto y emoción" a la sede de la Real Academia, quizá soñando por dentro de que algún día sería uno de sus miembros en nuestro país.

El Gobierno Nacional le condecoró por su labor de cincuenta años como escritor.



Sus ideas

En su juventud se afilió al partido comunista. "Creí en el marxismo porque todo se hacía con las bases". En alguna forma piensa que el marxismo volverá, remozado, "porque la doctrina no ha fallado sino los hombres". Se mostró simpatizante de la revolución cubana, pero piensa que "Castro se apropió del proceso revolucionario", aunque estuvo de acuerdo en que será en Latinoamérica uno de los hombres más importantes del siglo pasado. Muy joven participó en la toma de la oficina de las Naciones Unidas en Quito exigiendo la ruptura de las relaciones diplomáticas con el somocismo. Cuando se le preguntó qué sucedería en el Ecuador si EE.UU. amenaza con un embargo comercial, respondió: "pediríamos perdón de rodillas".

Piensa que, en el fondo, el marxismo es la doctrina de Cristo humanizada. "Me enfríe en mi catolicismo original debido a experiencias muy amargas con los sacerdotes" y en la imagen que se ha dado de "un Dios terremotero". No obstante, hace casi veinte años fue a Tierra Santa, después de dictar algunas conferencias en la Sorbona, en París, sobre la segunda edición de su novela hecha por Seix Barral de Barcelona, se conmovió y "volvió el amor a la doctrina de Cristo". Pretende ser un cristiano sin iglesia, pero cree que "si Cristo viviera hoy, sería marxista" y, en ese sentido, se declaró hasta cierto punto "inconsecuente con mis ideas". Opinó —él, que tanto ha escrito sobre ellos— que el movimiento indígena es, sobre todo, reivindicatorio.



El amor a la tierra

Pocas personas se encontrarán que amen tanto a su tierra que es también, por supuesto, su forma de amar al país. "Es la belleza de mi provincia y de mi tierra de la que vivo enamorado", dijo. Él no hubiera podido nunca vivir en otros lugares, ni a cambio de las más grandes ventajas. Se hubiera muerto de nostalgia. Su obra Viñetas otavaleñas es una declaración de amor a su ciudad y a su provincia. El profundo conocimiento de la costumbres y de la forma de ser de la gente del campo fueron trasladados a la literatura.

Por esta razón se duele de todo lo que ocurre. "Indigna y rebela la situación del país... hay cosas que no puedo soportar... se vive un estado de exasperación total... necesitamos un cambio radical... hay que comenzar desde la escuela", expresó. Fue duro con la clase dirigente, con los políticos. Justamente una de sus novelas, Los puchos-remaches, escrita casi veinte años atrás, destapa la corrupción de ayer y de hoy, inspirada en un caso concreto de peculado y cuyo principal actor ha seguido ocupando importantes cargos públicos.



La obra

Atrás de sus obras está se siente la pasión por sus lugares y paisajes y el amor a los niños. Maestro, sobre todo, se contarán por miles los que le escucharon y aprendieron de él. Ha obtenido nueve premios y ha escrito en total treinta y siete libros. Se cuentan, a más de las nombradas, Ronda de la primavera, el poemario Luz y Cristal, primer premio en un concurso nacional promovido por el Ministerio de Educación, los libros de relatos cortos Barro Dolorido (que incluye cuentos premiados en concursos, como La Misha) y Siete cuentos, que cuenta con un prólogo de Benjamín Carrión. Ha escrito varios textos para escuelas y obras sobre Lengua Española para uso de los colegios, Ortografía para todos, Puntuación artística, y el conocido Gazapos. Tiene además estudios estilísticos sobre varios poetas como César Vallejo, César Dávila, Gonzalo Escudero, Darío, Machado, Neruda, Sor Juana Inés de la Cruz y San Juan de la Cruz, y algunas obras aún inéditas, entre ellas una sobre la influencia de González Suárez en la vida republicana y la vida y obra de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Escribió también una biografía de Luis Felipe Borja.

De Porqué se fueron... el crítico doctor Antonio Sacoto ha opinado que "despertó interés, no sólo por sus logros técnicos y estilísticos, sino principalmente y también porque es una novela de referente indígena".

En la agradable conversación, que fue más allá de los límites de una entrevista, mencionó varias veces a Juan Rulfo, a Juan Montalvo y, desde su especialidad de lingüista, evocó a Saussure, uno de los fundadores de la moderna semiología, se explayó sobre la diferencia entre lenguaje y habla. Sobre el hecho de escribir dijo: "no es algo premeditado; las palabras vienen solas". La charla, matizada de anécdotas y de comentarios sobre literatura, terminó en una mutua promesa de vernos nuevamente. Gustavo Alfredo Jácome, al contrario de la mayoría de la clase dirigente, no le debe al país. La nación está en deuda con él. Benjamín Carrión dijo de él que es "ante todo, un hombre. Con poder de Maestría. O sea de repartir sus dones entre sus semejantes. Con poder de amar a los niños y escribir para ellos".

(Quito, enero 2001)


Fuente : Modesto Ponce Maldonado

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